Intervenciones multifactoriales tienen efectos positivos en personas frágiles a la hora de frenar su evolución

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La fragilidad está asociada al envejecimiento y supone una pérdida de capacidades para desarrollar las actividades de la vida diaria, una mayor vulnerabilidad y un aumento del riesgo de caídas, hospitalización, incapacidad y mortalidad. En un contexto de progresivo envejecimiento de la población, la prevención de la fragilidad es un reto para la salud pública.

Un estudio realizado en la atención primaria de salud pone de manifiesto que una intervención centrada en la actividad física, en consejos sobre dieta mediterránea, en la revisión de la polifarmacia (prescripción inadecuada en polimedicados) y en la evaluación de las necesidades sociales, puede evitar o revertir la progresión de las personas mayores no frágiles a un estado considerado de fragilidad, mejorar la capacidad funcional y cognitiva y reducir el uso de recursos sociosanitarios.

En personas mayores de 65 años la fragilidad tiene una prevalencia en España del 27 por ciento y la pre-fragilidad del 50,9 por ciento, ambas aumentan con la edad y son más frecuentes en mujeres. “Prevenir o retrasar la fragilidad tiene importantes beneficios para la salud y calidad de vida de las personas mayores, y en los servicios sanitarios y sociales. Varios estudios han demostrado que intervenciones multifactoriales tienen efectos positivos en personas frágiles a la hora de frenar su evolución. Nuestro estudio apunta que promover estas actividades a la atención primaria en pacientes no frágiles puede tener un efecto preventivo en la progresión a la fragilidad “, explica Laia Gené Huguet, miembro del Grupo de trabajo de Mayores de la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria (CAMFiC), e investigadora principal del proyecto de investigación.

En el estudio participaron 200 personas mayores de 80 años, usuarias de un centro de atención primaria urbano, que cumplían los criterios de pre-fragilidad, según criterios de Fried. La media de edad de los participantes fue de 84,5 años, el 64,5 por ciento fueron mujeres. Para realizar el estudio comparativo se hicieron dos grupos aleatoriamente. Un grupo recibió el tratamiento habitual que se da en la atención primaria (visitas de control y de seguimiento de las enfermedades crónicas y sus tratamientos desde las consultas de medicina y enfermería), y el otro participó en una intervención interdisciplinaria y multifactorial de 6 meses.

Cuatro ejes

“La intervención se basó en cuatro ejes: actividad física, dieta, revisión de fármacos y abordaje social. Se hizo un programa de ejercicio físico de 9 sesiones, dirigido por una médica y una enfermera de familiar y comunitaria, con instrucciones y recomendaciones para hacer ejercicios en el hogar (como caminar tres o más días a la semana de 30 a 60 minutos y hacer ejercicios de fuerza, resistencia, equilibrio y coordinación).

Se organizó también una sesión de grupo sobre dieta mediterránea y asesoramiento individual sobre cambios nutricionales. Por otra parte, se valoró la prescripción inadecuada de las personas participantes del grupo intervención con polifarmacia siguiendo los criterios STOPP-START 2014, una de las herramientas más utilizadas en Europa para detectar posibles errores de tratamiento en personas mayores, y con recomendación de cambios en los tratamientos. Y, finalmente, se hizo una revisión de las condiciones personales y del hogar, así como de las necesidades de apoyo por parte de la trabajadora social “, detalla la médica de familia de CAMFiC.

A los 12 meses se volvió a hacer una valoración en ambos grupos y la fragilidad fue menor en el grupo intervención (8,2 por ciento del grupo que recibió el tratamiento habitual con respecto a un 23,9 por ciento del grupo intervención). En este sentido, los resultados del estudio muestran que ser mujer y viuda se asocia con un mayor riesgo de progresión a la fragilidad.

Por otro lado, se observó que un 14,1 por ciento de las personas mayores participantes del grupo intervención pasaron de ser considerados pre-frágiles a no cumplir ningún criterio de fragilidad situándose en la robustez, mientras que en el grupo control se dio este hecho en un 1,1 por ciento. Igualmente, entre las personas del grupo intervención se mejoró el estado funcional y nutricional, la adherencia a la dieta mediterránea, la calidad de vida y la movilidad.

“Esta intervención es fácilmente transferible a la práctica clínica y la evidencia de sus efectos beneficiosos, a corto y largo plazo, para personas frágiles y ancianos aconsejan su priorización en el ámbito de la atención primaria como estrategia para un envejecimiento saludable y la reducción de riesgos”, concluye Laia Gené, médica de CAMFiC.

 

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